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Allora & Calzadilla, una exposición-partitura

Allora y Calzadilla

Junto al arte que se interesa por lo decorativo y se mantiene al margen de todo conflicto, existe el que sacude conciencias, induce a pensar y no deja indiferente. Su dosis de provocación responde al interés por la innovación, al deseo de revolucionar un cierto statu quo y a la voluntad de dejar al espectador, si no traumatizado, sí con una cierta idea del mundo ligeramente diferente a la que tenía antes de haber pasado por esta experiencia. De modo que, paralelamente a las manifestaciones que transitan las caprichosas leyes del mercado, también existen las que permiten entender el arte como una suerte de laboratorio alquímico donde las ideas son puestas a prueba para hacer estallar nuevas vivencias en el espectador. Si son muchos los artistas que se acercan al arte desde la perspectiva mediática y/o experimental, también hay quienes, como Allora & Calzadilla, se pueden referir a ambas sin tener que renunciar a nada. Así, se mantienen fieles al propósito que les une desde 1995, cuando emprendieron juntos una colaboración articulada con un trabajo que busca indagar en lo cultural, lo histórico y lo geopolítico tejiendo una compleja red de complicidades y combinando formatos y lenguajes artísticos tan diferentes como la performance, la escultura, el sonido, el video o la fotografía.

Jennifer Allora (Estados Unidos, 1974) y Guillermo Calzadilla (Cuba, 1971) son dos artistas residentes en San Juan de Puerto Rico cuya obra promueve un tipo de espectador al que se invita a olvidar para modificar sus hábitos de percepción estética. En 2015 participaron en la sección oficial de la Bienal de Venecia, comisariada por Okwui Enwezor, adonde regresaban después de haber representado a Estados Unidos en su pabellón nacional en 2011. Su trabajo -que ha pasado también por la Documenta de Kassel, la Bienal de Estambul o el MoMA de Nueva York- al tiempo que induce a repensar la geopolítica contemporánea, los artefactos culturales y el tiempo de la historia arqueológica, también cuestiona nuestra idea del mundo.

Para su primera exposición individual en nuestro país, comisariada por Carles Guerra y Sara Nadal-Melsió en la Fundación Antoni Tàpies de Barcelona, se ha reunido una selección de obras producidas entre 2005 y 2018. Piezas cuya dimensión musical, además de indicar que lo visual queda subordinado a lo auditivo, implica que el visitante se tiene que desplazar para apreciar las diferencias que existen entre unas obras que, enlazándose unas a otras a través del sonido, la luz y el espacio, aluden a posibles maneras de estar en el mundo desde la óptica de lo humano, lo animal, lo orgánico o lo mineral. Estos son los cuatro puntos por los que transita una obra cuyo vínculo con lo acústico induce a pensar que la razón por la que ha sido creada se halla al margen del espacio físico y, por lo tanto, en el seno de la reflexión que es capaz de generar en un espectador activo.

Además de las cinco obras distribuidas por los espacios de toda la fundación y que, salvo dos proyecciones permanentes, se activan en periodos temporales, esta composición musical de Allora & Calzadilla cuenta con tres obras y un epílogo de índole muy diversa: concebida para actuar como un rumor, Puerto Rican Light (Cueva vientos) (2015-2018) consiste en un seminario y en la proyección de una película encargada a los artistas por la Dia Art Foundation para instalarla en una cueva prehistórica en Puerto Rico; Temperament and the Wolf (2014) está pensada como un experimento en torno a los límites de la sintonía social y la naturaleza de las relaciones afectivas y corporales en las respuestas humanas; Raptor’s (2012) es una película grabada en 16mm en la que una flautista especializada en instrumentos prehistóricos intenta tocar una flauta tallada por el homo sapiens en un hueso del ala de un buitre. El epílogo es una doble publicación en la que distintos autores reflexionan sobre la implicación política de Allora & Calzadilla en relación a la soberanía de Puerto Rico, los abusos del colonialismo o las condiciones críticas de la comunidad caribeña así como en torno a la dimensión de una propuesta estética que, como la suya, se puede ver pero, sobre todo, se debe escuchar.

Aunando a través del sonido la prehistoria de la humanidad con la alarma generada por las noticias que se publican en nuestros periódicos, este dúo de artistas invita a desaprender lo aprendido tomando apuntes de una producción que, a la vez que transita entre lo material y lo inmaterial, responde al eco de una voz tan ancestral como contemporánea e imprevisible. Una voz cuya razón de ser sólo habría que buscar en el desarrollo de la vida misma.

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