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Científica puertorriqueña enfoca su mirada en la Luna

Han pasado 51 años desde la llegada del hombre a la Luna y la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA, en inglés) ya se prepara para regresar, en una misión que incluirá a la primera mujer que pisará la superficie del único satélite natural del planeta Tierra.

Cuando eso ocurra, la doctora puertorriqueña Vanessa Aponte Williams, gerente de Operaciones del Sistema de Aterrizaje de Humanos en la NASA e ingeniera aeroespacial, estará frente a las pantallas del centro de control de la denominada misión Artemis. El vuelo espacial está previsto para 2024 y Aponte Williams monitoreará todo el trayecto.

En entrevista con El Nuevo Día, la científica -nacida en Lajas- señala que, sin duda alguna, la desigualdad de género estuvo presente en el centro de control durante la misión Apollo 11, que marcó la llegada de astronautas a la Luna. Entonces, solo hubo una mujer en el equipo. Ahora, sin embargo, integrará un momento histórico, junto a otras mujeres de la NASA.

Al reflexionar sobre sus logros, señala que su trayectoria no ha sido lineal, sino una carrera llena de retos y obstáculos. En el camino, siempre ha llevado consigo las palabras de su maestra de química de undécimo grado: “Tú puedes ser piragüero, pero asegúrate que tus piraguas son las mejores del mundo”.

Fue así que, en dos ocasiones, sus contribuciones en la ingeniería aeroespacial la llevaron a convertirse en candidata finalista para ser astronauta de la NASA, una selección prestigiosa y competitiva.

Además de aspirar a viajar al espacio, Aponte Williams promueve la equidad en la ingeniería espacial y quiere inspirar a las futuras generaciones a que alcancen las estrellas. “Cuando comencé en NASA, solo éramos siete mujeres en el desierto de Mojave, en California, y yo era la única puertorriqueña. Pero el panorama ha cambiado en los últimos 15 años, donde pasamos de ser la única mujer en una reunión de 50 personas o más, a tener un momento donde había más mujeres que hombres en la reunión. Yo espero que las niñas de hoy en día me vean a mí y a las otras mujeres de NASA y se inspiren”, dijo la egresada del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM) de la Universidad de Puerto Rico (UPR).

¿Cómo fue crecer en Lajas y cuándo comenzó su interés por la ingeniería aeroespacial?

—Mi niñez fue bien sencilla y familiar. Pasaba la mayoría del tiempo con mi abuela, quien era costurera, y yo siempre cosía con ella. También, me la pasaba corriendo gallinas en su patio y, para ese entonces, era lo más grande para mí. Creciendo, nunca tuve ejemplos de ingenieros o científicos en mi familia, pero eventualmente uno de mis primos, quien es cinco años mayor que yo, se hizo ingeniero mecánico, así que comencé a ver a un familiar dirigirse en esa dirección. Sin embargo, no fue hasta que estaba en undécimo grado que tomé la clase de química y mi maestra, que adoro y que en paz descanse, aunque era difícil, me aconsejaba mucho. Sinceramente, yo no sabía lo que yo quería. Me gustaban las ciencias, pero yo no pensaba que era buena en matemáticas. También, yo tenía déficit de atención y dislexia. Esta última duró hasta mi adultez y, de seguro, tenía algunas deficiencias cognitivas que causaron que tomara mucho tiempo en mis estudios. Me gustaban las estrellas y la astronomía me hacía feliz. Pienso que aquí comenzó mi interés por el espacio exterior.

¿Cómo se preparó para llegar a NASA?

—Cuando escribí mi primera tesis de maestría sobre el reciclado de orina de astronautas para producir electricidad y para alimentar a las plantas que crecen en los vuelos hacia el espacio de larga duración, me di cuenta de que tenía que buscar la manera de prepararme más para llegar a NASA. Fue en ese momento que tomé la decisión de continuar mi doctorado en ingeniería espacial, porque nada de lo que hice me estaba acercando a NASA como yo quería. Cuando mi interés por la ingeniería aeroespacial comenzó, siempre dije que quería trabajar para NASA. Solicité muchas veces y todavía guardo todas las cartas de rechazo o de que no me habían seleccionado, pero también las que me felicitan por haber sido seleccionada. Antes de comenzar mis estudios doctorales, recibí una beca que me permitió hacer un internado en el Centro de Investigación Aeroespacial de Armstrong, que fue mi primera experiencia con NASA.

¿Cómo describe ese momento cuando llegó a la NASA por primera vez?

—Fue hace 19 años y todavía me acuerdo como si fuese hoy. Aunque quizás nadie estaría tan contento de ir al desierto con una temperatura de 115 grados, yo estaba superfeliz por el hecho de que era empleada de NASA, algo que me cambió la vida. El sentimiento que tuve mientras entraba por los portones de las facilidades de NASA fue de mucha inspiración, de que yo puedo lograrlo todo. Cuando vi el logo de NASA, en vivo y a todo color, y cuando me dieron una insignia con mi nombre indicando que formaba parte del gobierno federal, fue un momento de “reality check”, reconociendo que mi vida estaba a punto de cambiar mucho. Estuve trabajando en la División de Sistemas Biomédicos en el Centro Espacial Johnson en Houston, en el medio de la acción.

Vanessa Aponte Williams (al centro) es gerente de Operaciones del Sistema de Aterrizaje de Humanos en la NASA e ingeniera aeroespacial.

¿Cuáles han sido sus contribuciones dentro de la industria aeroespacial?

—Ha sido una experiencia bien diversificada, ya que a mí me gusta aprender de todo y no especializarme en una sola cosa. Mi primer trabajo fue con el proyecto Orión, donde rediseñé la plataforma de lanzamiento en donde esta nave espacial iba a ser lanzada. Luego, junto con un equipo de trabajo, diseñé un sistema que permitió represurizar la nave durante el vuelo, mientras iba descargando (ventilando) todo el oxígeno y aire. Ahora, trabajo en misiones operacionales, donde me encuentro entendiendo y evaluando el concepto de operaciones de la nave, que aterrizará sobre la Luna, como parte del programa Artemis de exploración lunar. Es un trabajo que requiere contestar muchas preguntas antes de que lleguemos a ese momento, ya que casi todo debe ser automatizado y disminuir los errores humanos que puedan llevar a cosas desastrosas. ¿Qué controles les damos a los astronautas cuando vayan o estén en la Luna? ¿En qué momento deben asumir control de la nave? ¿En qué momento deben regresar los astronautas? ¿Cuándo viene el momento de ascenso o descenso? Estas son algunas de las preguntas que tengo que ayudar a contestar al detalle para una misión tan compleja.

Durante su trayectoria académica y profesional, ¿qué retos ha encontrado en el camino como mujer latina en el campo de la ingeniería espacial y cómo sobrepasó dichos obstáculos?

—Cuando he tenido experiencias negativas, siempre trato de ver el punto de vista de la otra persona, y ayudarlos a transformar sus perspectivas hacia mí. También, ha habido momentos fuera del área de trabajo, donde algunas personas tienen ciertos estereotipos y asumen cuál es mi rol en NASA por la forma en la que visto. Algunos se quedaban en “shock” cuando les decía que tengo un doctorado en ingeniería espacial. He tenido otras experiencias, donde, en una reunión, hice una sugerencia y no le dieron importancia, pero, minutos después, un hombre hizo la misma recomendación y todo el mundo se asombró. Sin embargo, en esa ocasión en particular, había otra mujer veterana en la reunión que les dijo a todos: “Con su permiso, Vanessa dio esa misma sugerencia 15 minutos atrás”. Entonces, todo el mundo se quedó sin palabras. Quizás muchas personas se preguntan, ¿puedo tener una familia mientras trabajo en NASA? Yo era una de las personas que pensaba que, si trabajaba en NASA, no iba a poder ser madre, porque no tenía muchos ejemplos de mujeres madres en ingeniería. Ahora, tenemos muchos ejemplos de mujeres madres en NASA y las nuevas generaciones están cambiando esto.

En 2009 y 2012, fue seleccionada como finalista durante el proceso de evaluación como astronauta de NASA y ha sido la más cerca que ha estado de convertirse en la primera puertorriqueña astronauta, ¿cómo fue eso?

—Ha sido la mejor experiencia que haya tenido en mi carrera profesional. Cuando regresé al Centro Espacial de Johnson, como candidata finalista para astronauta, fue como que… “wow”. Te tratan bien diferente, porque te miran como una persona que potencialmente vas a estar pilotando las naves hacia el espacio. Sin embargo, fue una experiencia intensa, desde los exámenes psicológicos hasta todas las pruebas en las que tenemos que firmar nuestra vida entera. A la misma vez, la colaboración que tienes con los otros compañeros, que son superbrillantes y humildes, fue tremenda y marcó mi vida. Obviamente, no llegué a volar con muchos de mis compañeros que fueron seleccionados, pero esto no significa que no pueda volar con ellos comercialmente.

Lleva casi 20 años en la industria aeroespacial, ¿qué es lo próximo?

—Colaborar con diferentes industrias aeroespaciales para tratar de desarrollar una economía en la Luna o más allá, y hacer el espacio accesible para todos.

Todavía no hay una mujer boricua que haya viajado al espacio, ¿piensa que está cerca ese momento, que sería histórico para Puerto Rico?

—Tan pronto comiencen los vuelos comerciales, me lo pago y me monto en la nave. Pero fíjate, hay muchas puertorriqueñas en el mundo espacial, y estoy segura de que, en los próximos 10 años, veremos una boricua en el espacio. Para lograr esto, pienso que es bien importante hablarles a las niñas de hoy en día y que nos están mirando. Yo quiero que ellas entiendan que sí se puede, y que por supuesto es una opción para ellas.

Reflexionando sobre su carrera, ¿qué le diría a esa niña de Lajas que corría gallinas en el patio de su abuela?

—Tú puedes hacer lo que tú quieras y no tienes que ser perfecta. Eres más inteligente de lo que piensas. Realmente, una de las presiones que yo me impuse fue hacer las cosas de la primera, y la realidad es que la perfección en un campo (aeroespacial) toma tiempo y cometer errores, pero lo más importante es aprender de estos. No te preocupes por ser perfecta, porque siempre los problemas van a cambiar y vas a evolucionar. Preocúpate para poder trabajar en ser la mejor versión de ti.

El autor tiene un doctorado en Biología Celular y Molecular y es becario de la American Association for the Advancement of Science en El Nuevo Día.

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