Ante el pedido de auxilio de agroempresarios y del gobierno para salvar los cultivos del ausentismo asociado a la actividad sísmica, más de un centenar de personas acudió a recoger y empacar la cosecha, unos con paga y otros por solidaridad. Sin embargo, a los pocos días de trabajo, muchos desistieron.
Los agricultores señalan que es un problema recurrente. No todos resisten el trabajo arduo. Permanecen quienes aprecian el contacto con la tierra.
Por la labor de recogido y empaque en las fincas en medio de la emergencia por los sismos, los trabajadores reciben paga de $7.25 la hora y jornadas de siete horas, sin afectar los beneficios de quienes participan de los programas de ayuda económica del gobierno. Muchos de los que acudieron aún pernoctan en los refugios, y la oportunidad les ha permitido sumar ingresos y retomar un poco la normalidad interrumpida. Otros llegaron como voluntarios, incluso desde pueblos al otro extremo de la isla. A todos, la experiencia les brindó una nueva forma de relacionarse con la tierra y sus frutos. Reafirmó que, aun en los desastres, con determinación y compromiso, los puertorriqueños tienen la capacidad de mantener activa la rueda de la economía. Pero hacen falta estrategias concretas para que la agricultura asuma su rol como eje necesario para el desarrollo sostenible.
La agencia federal Farm Credit sostiene que el sistema de producción y distribución alimentaria en Puerto Rico es muy frágil. La evidencia es que más del 80% de los alimentos que la isla consume son importados. La agencia define cuatro brechas que deben superarse: disponibilidad, accesibilidad, adecuación y estabilidad.
Según la agencia, Puerto Rico recibe alimentos de 50 países, y depende de dos puertos -Jacksonville en Florida, de donde viene casi el 90% de las importaciones, y el de San Juan-, ambos expuestos al riesgo de huracanes. En cuanto a accesibilidad, la agencia remite a un informe de 2012 que revela que los alimentos en la isla son hasta un 23% más costosos que en Estados Unidos, mientras que 1.2 millones de puertorriqueños dependen de los programas de asistencia nutricional para comprar alimentos.
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