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El Puerto más Rico posible

Ricardo Marti Ruiz

Hablemos de probabilidades. Primero, existe la probabilidad de que pienses que el porvenir de los puertorriqueños está fuera de nuestro control; y que no hay nada que podamos hacer para corregir nuestro destino. Esta probabilidad es muy alta.

Segundo, hay la probabilidad de que nunca hayas escuchado ni una sola palabra del fallecido activista cívico puertorriqueño, Enrique ‘Quique’ Martí Coll, a pesar de todo lo que hizo en su vida. Esta probabilidad es aún mayor, pero eso no debe de sorprender a nadie. Después de todo, han pasado 25 años desde su muerte. Y más significativo aún: en la mayoría de los casos, cuando Quique dejaba su huella lo hacía sin firmar su nombre.

Por eso, es altamente probable que, si eres de mi generación o mayor, conociste a Pellín y Pillín, le pitaste a la basura, consideraste a las drogas como el bobo de los bobos, contemplaste la posibilidad de traer las Olimpiadas a Puerto Rico y marchaste contra el crimen, todo sin saber de él.

Y por eso también, puede que a menudo te arrimes bajo la sombra de árboles que no estarían ahí; o que tengas mayor apreciación por el arte de la caligrafía de lo que sentirías; o que ahora respetes el movimiento independentista un poquito más que antes; pero que no sepas por qué.

Todas estas influencias que te menciono, y muchas más, fueron ejercidas por un puertorriqueño común y corriente, criado en la calle Loíza y graduado de la UPR, utilizando una simple, pero irresistible combinación de entusiasmo y perseverancia.

Con esa fórmula, durante más de dos décadas Enrique Martí Coll presidió la agencia de publicidad más próspera en el país, Martí Flores Prieto & Wachtell, la cual utilizó como plataforma para dirigir campañas cívicas dedicadas a batallar el crimen, erradicar el abuso de drogas y fomentar el ambientalismo.

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