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El trabajo de investigadores que rastrean virus en murciélagos se torna vital

Por Hannah Beech

Singapur — El murciélago es considerado de buena suerte en China; las palabras “murciélago” y “buena fortuna” suenan parecido en chino. Pero Wang Linfa no le puso mucha atención a la orden de los quirópteros durante su infancia en Shanghai en los 60 y 70, cuando la señal principal de la vida nocturna era el murmullo suave de los trabajadores que se trasladaban de las fábricas a casa en bicicleta.

Aún no había descubierto que alrededor de una cuarta parte de todas las especies de mamíferos son murciélagos. No sabía que los murciélagos viven hasta cuatro décadas, aún al tiempo que sus sistemas inmunes lidian con virus suficientes para llenar un laboratorio.

Y Wang, de 60 años, no había emprendido la obra de su vida: investigar cómo la anatomía y los hábitos de los únicos mamíferos voladores los hacen un depósito viral ideal, ayudando a propagar patógenos de una especie a otra y de una región geográfica a otra.

“Me llaman Hombre Murciélago. Creo que es un cumplido porque los murciélagos son especiales”, afirmó Wang, sentado en una oficina adornada con fotografías de murciélagos, murciélagos de peluche, logos de Batman —suficiente parafernalia de murciélagos que podría ser considerada una cueva de murciélagos, si no estuviera en el noveno piso de un edificio iluminado por el Sol en Singapur.

“Los murciélagos son resistentes a virus que pueden matar a los humanos”, dijo. “Si podemos aprender de los murciélagos a hacer lo que hacen, entonces seremos muy afortunados”.

Wang encabeza el Programa de Enfermedades Infecciosas Emergentes en la Escuela de Medicina operada por la Universidad de Duke, en Carolina del Norte, y la Universidad Nacional de Singapur, y también lidera un consejo asesor científico en el Instituto de Virología de Wuhan, en China.

Él y otros sospechan que el coronavirus se originó en murciélagos, igual que otros virus letales, como SARS y MERS. Él encabezó un equipo que el mes pasado inventó una prueba para detectar el coronavirus que puede arrojar resultados en una hora.

Igual que la pandemia ha lanzado a una criatura tímida y revoloteadora a una nueva posición de prominencia, también ha colocado a un pequeño grupo de investigadores de murciélagos y virus bajo los reflectores públicos.

Científicos como Wang normalmente trabajan bajo relativo anonimato, pero de repente el mundo los necesita más que nunca.

Los padres de Wang nunca concluyeron la primaria, pero su esperanza era que la preparación académica sacara a sus hijos de la pobreza.

Wang fue una de las primeras personas en China tras el inicio de la era comunista a las que se les permitió cursar estudios en EU. Obtuvo su doctorado en biología molecular y bioquímica en la Universidad de California, en Davis.

Un virus nuevo empezó a enfermar caballos y luego humanos en un suburbio de Brisbane, Australia, a mediados de los 90, donde Wang vivía en ese entonces. Unos años después, surgió otro virus en personas y ganado en Malasia. Wang ayudó a confirmar que ambos patógenos, los virus Hendra y Nipah, tenían su origen en murciélagos, lo cual hizo otra vez con el SARS.

El virus Nipah, que pasó de murciélagos a cerdos y luego a humanos en el sureste de Asia, podría haber saltado entre especies luego de que incendios provocados para desmontar tierras en los 90 forzaron a los murciélagos a ir más allá de su hábitat normal.

“Necesitamos cuidar de los murciélagos”, dijo Wang. “Entonces podemos cuidar de los humanos”.

“Los murciélagos resisten virus que pueden matar a humanos. Si podemos aprender a hacer lo que hacen, seremos muy afortunados”.

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