Alcanzar la calma, aún durante la más severa tormenta de la vida, es posible.
Ejemplo vivo son los participantes del Proyecto Vivienda Agrícola en Ponce, un programa innovador del Centro Cristo Pobre que ha permitido la transformación de más de una decena de vidas: seres que atravesaron años de incertidumbre hasta llegar a un camino de oportunidades, objetivos y metas.
En su mayoría residentes de Ponce, todos tienen una historia en común. Desde muy jóvenes incursionaron en conductas de riesgo que les condujeron a una vida inestable, sin techo, ni hogar, hasta que recibieron los servicios del centro.
A partir de entonces, y de la mano de los facilitadores comprometidos, comenzaron un proceso de recuperación que ha dado un giro dramático a sus vidas.
Ese es el caso de Ángel Rafael Conde, quien a sus 45 años de edad al fin ha logrado establecerse en un lugar donde goza de su libertad como asalariado agrícola y disfruta a plenitud un lugar seguro para vivir, con el cuidado médico y conductual que necesita para avanzar en su trayecto a la rehabilitación.
Como explicó, un año atrás solicitó al director de este centro de atención para personas sin hogar una oportunidad para acceder a una residencia mientras labrara la tierra, propuesta a la que Juan de Dios Videau Soler accedió.
“Es una oportunidad única. Yo sé que muchos quisieran estar en el lugar de nosotros. Me siento bien y estoy muy agradecido, tratando que cada día que pasa pueda ser mejor persona. Ya hasta tengo un carro”, comentó quien poco a poco ha logrado recapturar su calidad de vida.
La agonía de Ángel comenzó a los nueve años de edad, cuando decidió tener vida de adulto y se fue a la calle. Desde entonces, su existencia ha sido una virtual montaña rusa, con paradas en programas de rehabilitación y servicios correccionales, hasta que llegó al Centro Cristo Pobre, donde encontró un hogar intermedio y un lugar para comer y asearse.
No obstante, por su carácter impulsivo no había logrado trascender hasta el Proyecto Vivienda Agrícola, hasta que “Juan De Dios me dio la oportunidad y no lo he defraudado”, agregó quien al momento de la entrevista se aprestaba a sembrar calabazas y cebollas que, junto a otros productos agrícolas, son el sustento alimenticio y económico del proyecto.
Cerca de él también laboraba Luis Cruz González, quien llegó hace un año a la vivienda agrícola y desde entonces se ha convertido en el guía de los más jóvenes.
Su experiencia en el ámbito agrícola, su dominio en el tractor y en la crianza de gallinas ponedoras no solo le ha ganado su espacio en el lugar, sino también el respeto de quienes allí residen.
“Mi papá me enseñó a trabajar la tierra y aquí he recibido muchos más conocimientos de los que tenía. Esta ha sido una buena experiencia”, confesó.
Vivienda Agrícola permite que hasta diez personas sin hogar ganen conocimiento y un techo para vivir, mientras trabajan como asalariados agrícolas en las cinco cuerdas de terreno del proyecto, ubicadas en el barrio Real Anón de Ponce.
El mismo se estrenó años atrás, luego de que el director del centro lograra la aprobación de una propuesta con agencias gubernamentales, que asignaron cerca de $700 mil para la adquisición de las instalaciones.
“Nosotros somos un centro de vivienda transitoria. No resolvemos el problema de las personas sin hogar, por lo que impulsamos el desarrollo de viviendas permanentes para la población que atendemos”, explicó Juan de Dios.
La estructura de dos niveles en cemento está dividida en diez apartamentos dormitorios que cuentan con mobiliario. Los residentes comparten áreas comunes como la sala, comedor y cocina, así como un salón enfermería donde personal clínico los atiende a diario y realiza referidos, de ser necesarios.
La sede también cuenta con un salón de computadoras, donde los residentes pueden realizar gestiones para la búsqueda de empleo o iniciar estudios a distancia.
Luis Rodríguez Quiñones, coordinador de esta revolucionaria iniciativa, agregó que aunque sigue siendo cuesta arriba mantener el programa, no es imposible perpetuarlo.
Por eso, ya contemplan la adquisición de un terreno contiguo para expandir el proyecto y albergar al menos a 19 personas más.
“Hasta el momento solo tenemos diez apartamentos, por lo que necesitamos adquirir otra estructura para poder ampliar los servicios a más personas sin hogar,” comentó.
Y aunque el proyecto está disponible para féminas, hasta el momento solo varones han solicitado participar.
Su rutina diaria inicia a eso de las 6:00 de la mañana, con cuatro horas labrando la tierra y sembrando tomates, pepinos, ajíes, pimiento morrón, calabazas, cebollas, parchas, aguacates, papaya y cilantrillo, bajo la supervisión de un agrónomo.
Entretanto, otro grupo atiende a las gallinas ponedoras, recoge sus huevos y sirve sus alimentos, productos que son guardados en una gran nevera donada por la entidad World Central Kitchen.
“Desde el surgimiento de la pandemia en marzo nuestras ventas han ido en aumento y eso se debe a la producción consistente que hemos tenido, usando la menor cantidad de plaguicidas para que el producto sea lo mas saludable posible”, aseguró el coordinador, quien ya lleva cerca de 12 años en la organización.
Estos productos están disponibles para la venta, por lo que el público interesado debe comunicarse al 787-429-1934. De igual modo, los frutos también enriquecen la cocina y mesa común del Albergue Cristo Pobre en Ponce.
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