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Entre anécdotas y hechos: recordemos al primer árbol de Navidad

“Arbolito, arbolito,

campanitas de Belén,

quiero que vengas conmigo

que al recién nacido te voy a ofrecer”.

Fragmento de la letra original del letrista español, Genaro Monreal Lacosta, para el vals navideño de su coautoría con María Teresa Oller, titulado El Arbolito, grabado y consagrado por el playero de Ponce, José Antonio Zalamán, entre otros tantos.

Al agradecido recuerdo de nuestra recientemente fallecida ceiba de Cuatro Calles. Y al Flamboyán Amarillo de Georgina Lázaro León, “que ya cumplió 25 años y sigue cautivando”.

Puesto que el periodo navideño ya está cerca, voy a enfocarme por un rato en el árbol de Navidad.

Muchos piensan que es un símbolo pagano y que llegó a Puerto Rico como consecuencia de la invasión militar por las tropas estadounidenses, a partir del año 1898.

Verdaderos entendidos afirman, sin embargo, que parece ser una costumbre que comenzó en Alemania y la península escandinava, en las Siglos XVI y XVII, y que su creador fue un evangelizador inglés, también mártir de su fe, llamado San Bonifacio de Maguncia -a quien los papas Gregorio II y Gregorio III le encomendaron la evangelización de Alemania-.

San Bonifacio dirigió al árbol escandinavo hacia una especie de sincretismo, fusión o asimilación que también lo convirtió en un símbolo cristiano. Quiere ello decir que, aunque en su comienzo fue un símbolo pagano, hace alrededor de cinco siglos que también es un símbolo cristiano.

Poco a poco, el árbol navideño se fue popularizando por toda Europa y no llegó a España hasta bien entrado el Siglo XIX.

Concretamente, por primera vez se adornó un Árbol de Navidad en España en el año 1870. Fue en la calle Alcalá 74, en Madrid, un abeto que hizo traer de los bosques de Peterhof la aristócrata rusa Sofía Troubetzkon (1838-1898), casada con el hermanastro de Napoleón III.

A Puerto Rico, llegó alrededor de 32 años antes de la invasión militar, por el hogar en Bayamón del médico y científico aguadillano, de padre alemán y madre holandesa, Agustín Stahl Stamm.

Como cuestión de hechos, a partir de su primer encendido en el año 1866, el pueblo lo comenzó a llamar “El Árbol de Navidad del doctor Stahl”.

El sabio doctor estuvo diez años en Alemania, patria de su padre, estudiando Medicina, cirugía, botánica y otras ciencias, y de allá trajo a Puerto Rico este trasplante cultural, que pronto enraizó profundamente en nuestro país, sin dudas, por el empuje de la nueva cultura anglosajona que llegaba. (Pienso en el tamaño descomunal del árbol anual del Rockefeller Center, en la ciudad de Nueva York).

Tanto así, que el árbol también es una experiencia cristiana, que hoy día el teólogo e historiador puertorriqueño, Fray Mario Rodríguez León, afirma que el árbol de Navidad “es una experiencia litúrgica de profunda expresión cristiana”.

Una experiencia curiosa que se da en Puerto Rico con este culto al Árbol de Navidad es que una de las canciones más emblemáticas de esta temporada es el vals titulado El Arbolito, grabado, entre otros, por los ponceños Graciela Rivera, soprano operística, y por el playero de Ponce, José Antonio Zalamán, quien le hizo algunas modificaciones breves a la letra original de Genaro Monreal Lacosta (la música es de María Teresa Oller) y la lanzó al estrellato de todos los tiempos.

Incluso, muchos la consideran una canción campesina puertorriqueña y hasta la han incluido en colecciones o álbumes de discos de este género.

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