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Evalúan el impacto de la pandemia en los ecosistemas de las playas

Puerto Rico forma parte de un estudio continental que busca entender el impacto de la pandemia del COVID-19 en las playas turísticas.

Investigadores de América Latina quieren explicar el efecto de la crisis de salud pública y del confinamiento social, a causa del toque de queda establecido durante la pandemia, en los ecosistemas naturales, como las playas. Los resultados del estudio serán publicados este mismo año en la revista científica Biological Conservation, de Elsevier.

“El enfoque de la investigación es estudiar el impacto del cierre por COVID-19 en varios bioindicadores (flora y fauna) en playas urbanas y de poblado con alto uso turístico”, dijo la doctora Áurea E. Rodríguez Santiago, experta en oceanografía biológica y líder de la investigación en Puerto Rico.

Según Rodríguez Santiago, una de las preguntas que intentan contestar los investigadores es cómo la densidad de personas y los “estresores que traen” pueden cambiar la cantidad y variedad de organismos (animales o plantas) en las playas.

Los estresores que se miden en las playas incluyen, por ejemplo, la cantidad de personas al momento del monitoreo, residuos sólidos, ruido, olores, estructuras ambulantes y servicios, entre otros.

“Este estudio está basado en las observaciones hechas al momento del monitoreo, y esperamos poder identificar cuáles son los principales estresores causados por la actividad humana, con el fin de desarrollar estrategias de manejo para estas playas”, añadió.

La hipótesis de la investigación es que, a medida que disminuyen los estresores en las playas, los bioindicadores presentarán una mejora en el ecosistema. Es por esta razón que las playas que forman parte del estudio son las turísticas, ya que, en las que son protegidas por el gobierno u otras entidades, los estresores normalmente son bajos.

En el balneario El Escambrón, del municipio de San Juan, hemos notado una disminución de aves oportunistas, como las palomas y los changos, cuando hay menos gente. También, se observó el crecimiento de almendros pequeñitos en las áreas donde normalmente hay mucha gente con sus sillas y carpas”, indicó Rodríguez Santiago, al compartir algunos resultados preliminares del estudio.

Por otro lado, en el balneario del municipio de Carolina, observamos un aumento en la vegetación en la parte posterior de la playa y la formación de dunas (acumulación de arena generada por el viento), así como un aumento en la abundancia de cuevas de algunos cangrejos. Cabe destacar que las dunas son bien importantes, ya que forman una barrera de protección hacia las estructuras que están detrás de las costas, evitando que el oleaje llegue”, añadió.

La oceanógrafa resaltó que, en ambos balnearios, se notó una reducción marcada de residuos sólidos (basura).

El plan de los investigadores es expandir los estudios hacia la playa Caracas (Red Beach), en la isla municipio de Vieques, luego de haber obtenido permiso del Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos.

“Uno de mis estudiantes biólogos, Erick Bermúdez, quien trabaja en el Fideicomiso de Conservación de Vieques, está trabajando en Red Beach de Vieques, cuyo acceso está cerrado para el público general. Hasta el momento, él ha observado un aumento de la anidación de aves y tortugas”, compartió en entrevista con El Nuevo Día.

Cada playa que forma parte de la investigación es clasificada como urbana o poblada.

“Las playas urbanas son aquellas ubicadas en áreas urbanas de grandes poblaciones, con servicios públicos bien establecidos, como escuelas primarias, centros religiosos, oficinas de correos, distritos comerciales, etcétera. Sin embargo, las playas de poblado son aquellas ubicadas fuera del entorno urbano principal y asociadas a una población pequeña, pero permanente, que refleja el acceso a servicios comunitarios organizados a pequeña escala”, definió la oceanógrafa.

Alcance internacional

Esta investigación forma parte de una iniciativa que comenzó la Red PROPLAYAS de Iberoamérica, una plataforma de intercambio colaborativo de conceptos, metodologías y experiencias en gestión y certificación de playas.

La iniciativa agrupa a 15 países de América Latina y la Península Ibérica (España y Portugal). Sin embargo, el proyecto colaborativo se realiza en playas turísticas de Brasil, Colombia, Cuba, Ecuador, México, Panamá y Puerto Rico.

“Lo que estamos haciendo es ir a las playas que tienen alta afluencia turística normalmente y, aprovechando que están cerradas o con un acceso restringido, tomar datos de la ecología de la playa para poder analizar si están mejorando las condiciones ecosistémicas a raíz de la ausencia de turistas por la pandemia”, dijo –vía telefónica desde Colombia– el doctor Camilo M. Botero, coordinador general de la Red PROPLAYAS.

Hasta el momento, los investigadores analizan los resultados de 21 playas de los siete países latinoamericanos que forman parte del estudio.

En Puerto Rico, al momento de los monitoreos, la playa del balneario El Escambrón todavía tenía sus facilidades cerradas, y así permanecen; solo tiene acceso a pie, lo que limita la densidad de personas y el impacto que esto pueda tener en su ecosistema. En el caso del balneario de Carolina, se escogió el área que anteriormente tenía (el galardón internacional) Bandera Azul, cuya área de estacionamiento también permanecía cerrada al momento de comenzar el monitoreo”, compartió Rodríguez Santiago.

Como parte de la metodología del estudio, los investigadores hacen un transecto, es decir, tiran una cinta de 100 metros (328 pies) en zonas seleccionadas y paralelas a la orilla de la playa, donde observan el ecosistema por un período máximo de siete horas. Entonces, toman todos los registros en el principio, el medio y al final del transecto.

También, toman vídeos de 360 grados, con una duración de tres minutos, y que se guardan para futuros análisis. Utilizando estos métodos y protocolos, se realizarán comparaciones posteriores, cuando la densidad de turistas sea “normal” en las playas bajo investigación.

“Una de las grandes ventajas, que nos permitió iniciar este proyecto y desarrollar esta metodología en menos de una semana, es que los miembros que representan cada uno de los países formaban parte de la Red previamente. Por tanto, ya teníamos un hábito de colaborar y conectarnos los unos con los otros”, resaltó el científico colombiano.

Como parte de este esfuerzo, la Red PROPLAYAS lanzó, en abril, un libro titulado “El turismo de sol y playa en el contexto de la COVID-19”, que se puede descargar de forma gratuita desde su página web (www.proplayas.org). El libro contó con la participación de 45 expertos, de 13 países, incluyendo a la geóloga puertorriqueña Maritza Barreto Orta.

“Desde 2014, nosotros comenzamos una relación bien importante con la Red PROPLAYAS, donde compartimos ideas de manejo, datos científicos y planificación de playas basado en un enfoque de Iberoamérica”, dijo la doctora Barreto Orta, directora del Instituto de Investigación y Planificación Costera de Puerto Rico.

Se necesita conciencia

Los entrevistados resaltaron que, debido a los cierres y toques de queda decretados para frenar el avance de la pandemia, las playas han experimentado un uso mínimo no observado en años recientes.

Mencionaron, además, que los datos preliminares del estudio apuntan a que los estresores y el mal manejo de las playas tienen un impacto en el ecosistema.

“Esta investigación nos dará información sobre cómo nosotros realmente debemos manejar, y cuáles son los tipos de decisiones de planificación que tenemos que subrayar, para que el recurso playa se mantenga. Es el momento de repensar sobre qué cambios debemos ejecutar para que podamos conservar nuestras playas, que es un recurso sumamente importante, no solo desde la perspectiva de conservación o recurso natural, sino como un servicio de recreación y protección para la costa”, destacó Barreto Orta, especialista en erosión costera.

Añadió que el manejo inapropiado de las playas tendrá repercusiones negativas en el turismo de Puerto Rico a corto, mediano y a largo plazo. Por tanto, recomendó que las agencias, como la Compañía de Turismo y la Organización de Mercadeo de Destino de Puerto Rico, aprovechen las pocas playas con certificaciones de Bandera Azul y promuevan un “turismo seguro de sol y playa”, siguiendo las recomendaciones ofrecidas en el libro publicado por la Red PROPLAYAS.

Los expertos indicaron que las agencias pertinentes, con la ayuda de la prensa, deberían reconocer estos estudios y las recomendaciones que ofrecen con respecto al manejo de las playas durante y luego de la pandemia.

“Nosotros enviamos un comunicado de prensa sobre estos proyectos a más de 100 periódicos de América Latina y ninguno se interesó en escribir sobre el impacto de la pandemia en nuestras playas. Entonces, un esfuerzo de 45 expertos no lo conoce en este momento, prácticamente, ningún tomador de decisiones del gobierno, porque ellos leen noticias (no artículos científicos) y esta información no está ahí”, declaró Botero.

Finalmente, la doctora Rodríguez Santiago, quien también es directora y fundadora del Taller Ecológico de Puerto Rico, compartió que un componente importante que ayudaría a promover el buen manejo de las playas de la isla es la educación ambiental a las diversas comunidades sobre la importancia de este ecosistema y recurso natural.

“Nosotros somos una organización que ofrece talleres, cursos de ciencias marinas y ambientales para el público general. Actualmente, estamos ofreciendo nuestra programación en línea”, subrayó.

El autor tiene un doctorado en Biología Celular y Molecular y es becario de la American Association for the Advancement of Science en El Nuevo Día.

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