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Futuro de los ríos, quebradas y costas de Puerto Rico

A cuatro años del paso de los huracanes Irma y María, nos encontramos en un momento decisivo. Puerto Rico recibirá una inyección de millones de dólares en fondos federales para contrarrestar las inundaciones urbanas y la subida del nivel del mar. Lo bueno o malo que ocurra dependerá de lo que decidamos hacer con esta gran cantidad de dinero (sobre 1,000 millones de dólares). 

Ante tal cantidad de dinero, el panorama parecería ser alentador. De inmediato, pensamos en más empleos, más obras y mayor protección para la vida y propiedad. Sin embargo, los desarrollos que se han propuesto (la canalización del río Puerto Nuevo, mejoras a los canales de Margarita, quebradas Doña Ana, Josefina y Buena Vista) atentan contra el funcionamiento social y ecológico de ríos, arrecifes, aguas costeras y estuarios. La toma de decisiones sobre el tipo de diseño y construcción que se realice recae actualmente sobre el Cuerpo de Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos de América (USACE, por sus siglas en inglés) con la colaboración del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA) y el gobierno de Puerto Rico. Dependiendo del tipo de desarrollo y construcción que se apruebe será el futuro que tengan muchos de nuestros recursos. 

Si llegan a hacerse realidad los proyectos propuestos, muchos de nuestros sistemas ecológicos terminarán encausados en canales de concreto, rodeados de diques y barreras enormes para absorber la energía del mar (ej. rompeolas). Estas barreras a su vez, estarán construidas cercanas a muros de inundación para evitar que el mar entre a la costa. Además, habrá que bombear mucha agua para asegurar que estos muros no entorpezcan el flujo de las aguas de escorrentía que tendremos que disponer en el mar a fines de no inundarnos. Las bombas estarán a la merced del frágil servicio eléctrico con el que cuenta Puerto Rico en la actualidad. 

Estos proyectos apenas se conocen y discuten públicamente. Puerto Rico está en una quiebra sin precedentes y el miedo a que nos quiten el dinero y no se haga nada puede más que la intención o capacidad de oponernos a tales proyectos. En medio de esta situación, es importante que entendamos los costos sociales y ecológicos que están en juego. Hay que prepararse en caso de que se lleven a cabo vistas públicas o reuniones comunitarias en las que se pida y se escuche la opinión del pueblo puertorriqueño sobre la canalización de ríos y quebradas. 

Meandro en Río Culebrinas de Aguada.

Los proyectos en consideración cambian la fisonomía del paisaje de Puerto Rico. Los ríos y quebradas con sus meandros (curvas de los ríos) y la vegetación ribereña serán reemplazados por canales de concreto o serán encarcelados entre grandes diques. La vista de costas libres de obstáculos humanos también desaparecerá con la instalación de barreras de concreto para absorber la energía del oleaje y evitar la entrada del mar a tierra. 

Las estructuras por construirse alterarán el movimiento de las aguas, los sedimentos, la arena y de los organismos que requieren migrar para completar sus ciclos de vida. Será necesario ofrecer mantenimiento a todas estas estructuras mientras permanezcan en el paisaje. El costo de mantenimiento nos toca a nosotros. El mantenimiento de solo un canal de río, como el del río Portugués, puede costar 10 millones de dólares anuales. Nuestro gobierno es el responsable por estos mantenimientos. Si el gobierno falla en mantener lo construido, la estructura pierde su funcionamiento y USACE no se responsabiliza por los daños que puedan ocurrir. En ese caso, quienes pagan las consecuencias son las personas que tuvieron fe en que estaban protegidos cuando no lo estaban. 

Los canales reducen las inundaciones ya que transportan el agua de escorrentía al mar lo más rápido posible. Eso quiere decir que no podemos acercarnos a esos canales cuando llueve por el peligro de perder la vida. Algunos canales tendrán verjas para alejar a las personas. Las verjas serán diseñadas y pintadas para que no sean chocantes a la vista. El canal se seca después que cumple su función moviendo el agua al mar y termina de llover. Esto no es bueno para la vida acuática. 

Perderemos la diversidad de organismos que ahora viven en los ríos como las anguilas, los camarones, las esponjas, los cangrejos, las cocolías, los peces de agua dulce y otros. La mayor parte de la fauna y flora de ríos, quebradas y estuarios no está protegida por leyes federales, lo que le permite a USACE garantizar que cumple con la reglamentación ambiental de las agencias federales. La fauna y flora nativa no tiene protección antes estos proyectos. 

Los canales no funcionarán ecológicamente como los ríos. Por lo tanto, perderemos los valores ecológicos que los ríos nos brindan. Este sacrificio no asegurará que se eliminen las inundaciones. 

No podemos esperar que el canal funcione al 100 por ciento ya que eso es imposible. Cuando el canal se seca, la ciudad se calienta. Normalmente, el agua del río y la vegetación de la ciudad absorben energía y refrescan el entorno. Ese alivio contra el calor lo perdemos, pero USACE planifica sembrar vegetación para mitigar un poco la pérdida, aunque no puede mitigar la pérdida del agua fresca al mar. El calor adicional afectará a la población vulnerable que no tenga aire acondicionado. 

Las canalizaciones afectan los estuarios ya que cambian abruptamente sus patrones de salinidad. Las salinidades bajan anormalmente cuando llueve por la descarga rápida de agua dulce por los canales. Cuando no llueve, los estuarios se salinizan por la falta de descarga de agua fresca ya que los canales están secos. El resultado es que el mar entra más al estuario y le cambia su estructura y funcionamiento ecológico. Los estuarios son más productivos cuando continuamente reciben agua del río y son menos productivos cuando el mar los domina. Más aún, el canal va a descargar enormes cantidades de sedimento al estuario, sedimento que antes el río distribuía en su cuenca para mantener la fertilidad de los suelos. Las canalizaciones transformarán los estuarios en sistemas más salados y menos productivos. Los perdedores aquí serán los pescadores que dependen de la pesca del estuario y la costa cercana a estos.

Estuario del Caño Corazones.

Los arrecifes, las playas y las aguas y terrenos de la zona costanera se han adaptado a través de miles de años a los cambios en el nivel del mar. Hace 4 millones de años el mar rodeaba las montañas de Luquillo formando una isla denominada por los que saben la paleo-isla El Yunque. Hoy estos sistemas costeros de Puerto Rico, a los cuales les tomó millones de años formarse, se ven amenazados por la construcción de barreras artificiales que cambiarán su funcionamiento natural. Se sabe que las estructuras construidas en la costa para contener el mar cambian las corrientes marinas, alteran el transporte de arena y por consiguiente afectan las playas y la descarga de los ríos. Según el plan del USACE, se comprará y se transportará arena a las playas para nutrirlas cuando pierdan arena a causa de los proyectos. Tendremos que confiar en que siempre se encuentren depósitos de arena disponibles o mercados para obtenerla. Dependeremos de la instalación de bombas de agua—que estarán a merced de nuestro débil sistema eléctrico—para permitir la descarga de agua fresca al mar. 

En resumen, según se perfilan los proyectos propuestos, vamos a utilizar el dinero que nos asignó el gobierno federal para sustituir ríos, quebradas, playas, estuarios, arrecifes y aguas costaneras [que por millones de años funcionaban sin ayuda de nadie] con sistemas artificiales diseñados por USACE y que dependen del mantenimiento de nuestro gobierno y de la energía eléctrica sin interrupción (algo con lo que no contamos actualmente) para proteger a una fracción de la población de eventos extremos incrementados en intensidad por las actividades humanas. En el proceso creamos empleos y actividad económica, aunque nos comprometemos a mantener 

Barreras artificiales en El Condado, San Juan.

No olvidemos que las estructuras construidas para protegernos de los eventos extremos requieren aproximadamente 30 años para su diseño y construcción y luego de construidas duran aproximadamente 50 años con buen mantenimiento. Esto implica que de ahora en adelante tenemos que continuamente invertir tiempo, esfuerzo y dinero en el diseño, construcción y mantenimiento de estas estructuras y de sus reemplazos para asegurar nuestra seguridad. A cambio, estaremos sacrificando el funcionamiento y la biodiversidad de nuestros ríos, quebradas, estuarios, playas, arrecifes de coral y aguas costaneras, la fisonomía de nuestro paisaje tropical, y sufriremos el calor y la ansiedad de pensar que los sistemas fallen como en Nueva Orleans y en otros lugares. El gobierno de la ciudad de Miami, con problemas con el mar más serios que los nuestros, le dijo a USACE: “gracias por sus ideas, vamos a trabajar juntos, pero no aceptamos tanto concreto ni los cambios en la fisonomía del paisaje implicados en sus diseños.” Son muy valientes estos norteamericanos y esperamos que USACE no decida quitarles el dinero como nos han amenazado a hacer a nosotros.

Algunos locos dicen que es más barato y efectivo alejar un poco la actividad humana de los ríos, quebradas, estuarios y playas. Después de todo, Puerto Rico tiene mucha más topografía que New Orleans o Miami. Lo que no consideran estas personas que sugieren alternativas es que para hacer lo que sugieren se necesita planificar la economía, establecer un diálogo donde todos los sectores sociales participen, y ordenar el revolú que tenemos con los usos de terrenos en la zona marítimo terrestre y otros lugares susceptibles a inundaciones de ríos y quebradas. Más aún, esas ideas para promover la colaboración y participación de todos los sectores sociales en los asuntos importantes para nuestro futuro ignoran el efecto que tendrán sobre los pocos afortunados que ahora acaparan las tierras y recursos públicos de Puerto Rico. Tampoco entienden que con USACE podemos abrir nuevas oportunidades de desarrollo en terrenos públicos a participantes de programas del gobierno como los de la Ley 22, cuyo propósito es incentivar el traslado de individuos inversionistas a Puerto Rico, a cambio de conceder exención contributiva. Estos supuestos inversionistas se aprovechan de la salida de los puertorriqueños (este desplazamiento se conoce como gentrificación), para hacerse más ricos y demostrarnos cómo verdaderamente se comercializan los recursos naturales vitales de Puerto Rico para su beneficio personal. Es una lección que no hemos aprendido y que cuando la veamos implementada nunca la olvidaremos, pues ya será muy tarde para remediar.

Playa arenosa y arrecife de coral en Culebra.

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