Una mañana de febrero, los estudiantes de la escuela Montessori Inés María Mendoza se reúnen para inaugurar su huerto escolar.
El huerto El Paraíso –nombrado así por los integrantes del club ambiental de la escuela – consiste de seis bancos coloridos, un sistema de captación de lluvia y una variedad de hortalizas y plantas.
Una de las dos maestras de educación agrícola de la escuela, Yanilíss Vázquez Arroyo, nos cuenta que el objetivo del huerto es crear espacios adecuados para que los estudiantes experimenten el trabajo de la tierra y conecten directamente con la naturaleza.
El huerto agroecológico El Paraíso es parte del programa Enraizando, una colaboración entre el Instituto Nueva Escuela y Para la Naturaleza para integrar experiencias vivenciales con la naturaleza en el currículo de 20 escuelas Montessori públicas en el archipiélago puertorriqueño. A partir de esta visión, se propuso crear espacios que promuevan una sociedad pacífica, justa y en armonía con la naturaleza, transformando así la percepción del espacio físico de la escuela.
La creación del huerto fue posible gracias a Gabriel Pacheco, Intérprete Ambiental Para la Naturaleza, encargado de diseñar el huerto; Fernando Maldonado y Gabriel Berríos, contratistas que llevaron a cabo el diseño, adaptándolo a la topografía del terreno y ofreciendo recomendaciones para garantizar su sostenibilidad; y las maestras Rosa Ferrer y Yanilíss, junto con sus estudiantes, quienes desempeñaron un papel fundamental en su creación y se encargarán de mantenerlo y transformarlo.
Los estudiantes del Club Ambiental, niños y niñas entre 6 y 14 años, fueron parte integral del diseño y la creación del huerto. Gabriel Pacheco nos explica que, al conocer el plantel escolar y el uso de cada espacio, los estudiantes brindaron retroalimentación clave para ubicar el huerto en un lugar estratégico. Gabriel nos dice que ha sido de lo que más le ha sorprendido, “los niños han exigido ser parte desde el principio. Usualmente cuando se trabajan estos proyectos se da mucho el proceso entre la maestra y los intérpretes. En este caso, han sido parte, literalmente, de medir los espacios de siembra, ofreciendo conocimiento local y decidiendo dónde se puede y no se puede sembrar. Incluso, ahora mismo hay una verja que separa donde juegan soccer, de donde está el huerto, como resultado de un comentario de un estudiante”.
Mientras se llevaban a cabo los procesos de diseño y construcción, Rosa, Yanilís y Gabriel preparaban a los estudiantes en el aula a través de talleres sobre hortalizas comunes, manejo adecuado de herramientas y otros temas relacionados. También se dio una degustación en la que se preparaban alimentos con ingredientes del huerto y se les daba a probar a los estudiantes con los ojos vendados, fomentando así la conexión con la comida a través de los sentidos. Una vez finalizados los bancos de siembra, fueron pintados por los propios estudiantes. Yanilíss y Gabriel hablan con entusiasmo sobre el sentido de empoderamiento y pertenencia que sienten los estudiantes en este proceso de desarrollo del huerto.
Además de los talleres preparatorios, Yanilís y los estudiantes trabajaron en el desarrollo de semilleros para sembrar en los bancos el día de la inauguración. Este evento, celebrado en el Día Mundial de la Educación Ambiental, incluyó actividades para la comunidad, como talleres, juegos, música y siembra, donde los estudiantes del Club Ambiental enseñaron a otros a sembrar y trasplantar.
“Ahora comienza el verdadero trabajo”, dice Gabriel. “El huerto se convierte en un salón de agroecología”. Los estudiantes de Inés María Mendoza están aprendiendo sobre la agroecología a través de la práctica, desarrollando junto a sus maestras un plan de siembra y rotación de cultivos. Entre los planes futuros se encuentra una visita al Jardín de Polinizadores en el Jardín Botánico de Río Piedras para inspirarse y adquirir nuevos conocimientos.
Además de ser un espacio educativo, se espera que sea productivo. El impacto del huerto se verá más allá de la escuela, llegando a los hogares y la comunidad. Así lo explica Yaniliss con entusiasmo, “veo la posibilidad de conectar con la comunidad, que estos estudiantes puedan seguir difundiendo estas prácticas y que otras escuelas puedan tener acceso a este tipo de espacios, ese es el sueño”.