Ahora, además de sufrir el susto de un sismo y sus réplicas, vivimos el impacto de Karen, una tormenta tropical que ha generado lluvia intensa en Puerto Rico. Mientras tanto, Lorenzo se nos acerca.

La frecuencia de estos fenómenos nos confronta con la necesidad inexcusable de tomar acción y afinar o reactivar planes con medidas efectivas para proteger vidas y propiedades. En nuestra isla no es teoría ni proyección la alta probabilidad del impacto de algún ciclón, sin olvidar que también podría ocurrir un movimiento telúrico significativo.

Estos días de intensa actividad ciclónica obligan al cotejo y a la puesta en vigor de los preparativos domésticos, gubernamentales, comunitarios y empresariales necesarios para lidiar con fenómenos naturales.

Conocemos ya mecanismos diversos para evitar daños severos en nuestras propiedades, así como medidas para proteger la vida durante un episodio de clima extremo. Ha llegado el momento de ponerlos en vigor y de reforzarlos de cara a desafíos futuros.

Por un lado, es responsabilidad de cada ciudadano conocer las necesidades familiares y tomar las medidas para proteger la vida de los niños y adultos en cada unidad residencial.

Mientras, las autoridades estales, federales y municipales tienen que demostrar que asumen con eficiencia la alta responsabilidad de proteger a la población y las infraestructuras públicas. Deben estar preparadas para responder en cada etapa de la emergencia según los planes establecidos, teniendo en cuenta las vulnerabilidades y necesidades particulares por regiones.

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