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Ángel Colón: amante del béisbol, madera y fotografía

Angel Colon Medina

“Papá decía que yo era ingeniero de afición y embelequero de profesión. Soy de Santurce. Soy cangrejero hasta en bolita y hoyo. Nací en la Parada 22”.

Así se describe Ángel Colón Medina, un ingeniero civil de 70 años, cuyo gusto por el béisbol lo ha llevado a documentar en fotografías parte de la historia deportiva, escribir un libro y colaborar en otros, coleccionar tarjetas y tomar clases de torno para confeccionar bates con maderas puertorriqueñas. Actualmente, exhibe 39 bates de diferentes maderas nativas en la sede de Para la Naturaleza en el Viejo San Juan.

Su papá era delineante y empleado de la firma Pablo, Ferrer y Torregrosa que diseñó el Hotel Caribe Hilton, por lo cual estuvo relacionado con la industria de la construcción desde niño. Estudió en el entonces Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas de Mayagüez (CAAM), y comenzó a trabajar para diferentes empresas, entre ellas para una especializada en hospitales que lo llevó a Roosevelt Roads, y otra que construyó el antiguo Centro de Convenciones, ahora Ventana al Mar, con la cual trabajó como inspector. En la década del 90, fundó la empresa Gianco Construction y se dedicó a la restauración de estructuras hasta hace tres años, cuando decidió quedarse trabajando como consultor y continuar con sus pasatiempos.

En sus 44 años como empresario, trabajó con el Instituto de Cultura Puertorriqueña y restauró la Casa Villaronga, de Ponce y la Casa Serrallés, en el casco urbano de ese municipio, entre muchas otras. Luego, con el entonces Fideicomiso de Conservación -ahora Para la Naturaleza- institución con la que se mantiene trabajando como consultor y administrador de proyectos, trabajó en la restauración del edificio anexo del Archivo General, la iglesia Porta Coeli en San Germán, el Faro de Fajardo, la Hacienda Buena Vista en Ponce, y la Hacienda Esperanza en Manatí, entre otras. También ha trabajado en la Casa Corretjer, en Ciales, la Casa Ramón Power y Giralt y la Casa González Cuyar, sede del Colegio de Arquitectos.

Son trabajos que me obligan a estudiar, a saber mi historia, a reconocer las destrezas del siglo 19, los procedimientos, las técnicas, y con los productos actuales hacemos una especie de laboratorio durante las construcciones”, explica.

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