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Carmen, la tortuga boricua que recorre las costas del Atlántico y regresa a Puerto Rico para anidar

Aunque no se sabe su edad exacta Carmen debe tener al menos 22 años. Esta tortuga tinglar fue vista por primera vez en 2016 por un grupo de expertos locales en las costas de Maunabo. 

Allí, Luis Crespo, fundador de ATMAR, Amigos de las Tortugas Marinas, la marcó con un transmisor para conocer más de su vida. Ya llevaba cinco años marcando tinglares y otras especies de tortugas marinas para estudiarlas. 

“Pusimos un primer transmisor a una tortuga en el año 2011”, le cuenta a EL VOCERO. Habla de Lola, una tortuga cuyo transmisor envió señales durante todo un mes. 

Aquel primer transmisor fue un donativo de un hotel de las Islas Bahamas, interesado en el bienestar de la especie y con ganas de colaborar con el conocimiento sobre las tortugas. 

Para las organizaciones como ATMAR, que estudian a las tortugas, hacen campaña para protegerlas y educan sobre ellas, es muy difícil conseguir los fondos para los transmisores que cuestan -según el dispositivo- miles de dólares. 

Desde Lola, Luis y su equipo han marcado cerca de 15 tortugas, pero Carmen, que lleva ese nombre en honor a su madre que falleció en 2020, es la única que sigue transmitiendo de una camada de nueve. 

En 2021, ATMAR recibió el apoyo del Acuario de New England que costeó nueve transmisores. Así fue como volvieron a marcar a Carmen que cada unos dos años regresa a las costas de Maunabo para desovar y anidar. 

Luis Crespo la conoce y cuando se topó con ella, volvió a marcarla junto a las otras ocho tortugas. Primero marcaron una tanda de seis y luego, tres más.

Crespo tuvo la idea de colaborar con otras organizaciones y lugares luego de toparse con tortugas que habían sido marcadas en Massachussets -donde está el acuario- y en la isla Santa Cruz y que llegaron a Puerto Rico a tener a sus crías. 

“De ahí surge la idea más grande. Las tortugas están anidando entre Santa cruz y Maunabo. Entonces dijimos, vamos a marcar tortugas a la misma vez, para ver cuál es el intercambio, porque las tortugas tinglar anidan en diferentes playas”, explica Crespo. Sus colegas en Santa Cruz pusieron transmisores a otras seis tortugas el año pasado. 

“A Carmen la marqué por primera vez en 2016, regresó dos años más tarde y volvió de nuevo en 2021. Recurre a anidar a la playa California de Maunabo. Fue la primera tortuga a la que le pusimos transmisor en 2021”, recuerda. 

Fue la primera de aquellas nueve tortugas marcas “y a la que más le ha durado el transmisor”, se sorprende Crespo. Es que estos dispositivos se desprenden, se les agota la batería o simplemente dejan de transmitir. 

De ese grupo de nueve tortugas, tres de ellas han llegado lejos, con Carmen a la cabeza. Este tinglar arribó a las costas de Canadá, hasta el Golfo de Saint Lauren, y ahora se encuentra bajando hacia Cabo Verde, en África en busca de alimento tras haber dejado a sus crías en Puerto Rico. 

Los tinglares alcanzan la madurez sexual a los 16 años. Se cree que regresan a anidar a las playas en las que nacieron, aunque no se sabe aún cuál es el mecanismo que utilizan para orientarse. 

La temporada de anidación ocurre entre los meses de febrero a julio y las hembras pueden anidar hasta once veces durante una misma temporada, con un intervalo de 9 a 10 días entre cada anidación. Eligen playas con arena y gran oleaje, de acceso profundo y sin obstáculos para construir sus nidos. 

En un nido de tinglar se pueden hallar entre 80 y 100 huevos, y el período de incubación de los mismos puede durar de 55 a 75 días tras los cuales los neonatos rompen el cascarón y emergen durante la noche hacia la superficie en busca de la orilla de la playa y el mar.

Si serán macho o hembra, lo determinará la temperatura que haya alcanzado el nido durante la incubación. Cuanto más alta la temperatura más chances hay de que sean hembras.

Cada tinglar que llega a adulto es un pequeño milagro. Miles no lo lograrán. Las tortugas recién nacidas pueden ser depredadas por perros, gatos, aves marinas, cangrejos e incluso por peces una vez que llegan al agua. El tinglar fue incluido en la lista federal de especies en peligro de extinción en 1970 y una ley de 1973 los protege. 

La travesía de Carmen

Hasta ahora, Carmen ha estado dando vueltas por el Océano Atlántico por 273 días. En total, ha recorrido 18,000 kilómetros o unas 11,200 millas. Es como atravesar el largo de Puerto Rico unas 100 veces. 

Lo hizo a una velocidad promedio de 66 kilómetros por día o 41 millas cada 24 horas gracias a sus enormes aletas delanteras que le ayudan en sus largas migraciones. 

Su buceada más profunda fue de 686 metros o 2,250 pies. Pero el tinglar pueden sumergirse a más de 1,000 pies (305 metros) de profundidad y alcanzan profundidades de sobre 3,900 pies (1,189 metros).

“La población de tinglar en el Atlántico está disminuyendo a un 4 por ciento anual en promedio”, dice Crespo. Una de las hipótesis es que se están moviendo a otras playas para anidar, y la otra es que están muriéndose en lo que se llama pesca incidental. “Se ahogan en las redes gigantes o se enredan de las cuerdas de langosta”, sostiene este amigo de las tortugas.  

No es lo único que está afectando a la tortuga más grande del mundo. La excesiva iluminación de las costas y la construcción de viviendas y complejos de edificios sobre las playas también las amenaza. 

La contaminación lumínica desorienta a las hembras a la hora del desove y a los recién nacidos la hora de llegar al mar por primera vez.

Si alguien va a construir en las costas lo que tiene que hacer es colocar iluminación amigable a las tortugas. Pueden ayudar sembrando vegetación nativa frente a sus propiedades, como Uva de Playa o Icaco”, insta Crespo. 

La Uva de Playa crea una pared natural que bloquea la luz distante y ayuda a que las tortugas puedan completar su proceso de anidación. 

La basura en la arena y en el mar, el uso de vehículos en las playas y visitarlas por las noches interrumpe la anidación. El tinglar, por ejemplo, puede confundir una bolsa con una aguaviva, su principal alimento, y morir al ingerirla. 

El vandalismo de nidos, el robo de huevos y la matanza de las hembras cuando salen a anidar son grandes amenazas para la especie. 

“Si saben de irregularidades, si ven vehículos en la playa o gente talando vegetación, llamen al cuerpo de vigilantes del Departamento de Recursos Naturales y Ambiente”, pide Crespo. 

Otra forma de ayudar es adoptar a una tortuga como Carmen. ATMAR tiene un programa de donaciones que -según el monto- incluye la posibilidad de bautizar a una de las tortugas que marcarán en 2022. 

La persona que colabore donando para la adquisición de un transmisor podrá elegir el nombre de la tortuga, aunque desde ATMAR impulsan el uso de nombres taínos como Anani, Narú, Karaya o Atabey, algunos de los que ya han usado. Otras tortugas han sido bautizadas en honor al mar como Nereida, que lleva el nombre que la mitología griega le dio a las ninfas del Mar Mediterráneo. 

ATMAR precisa también adquirir un drone con visión infrarroja que les permita recorrer a la distancia las playas mientras las tortugas anidan para no molestarlas de noche. Y voluntarios en la zona de Patillas y Maunabo. No es una tarea sencilla, a veces Crespo y su equipo tienen que levantarse a las 2 de la mañana para rescatar a un tinglar que está en medio de la carretera. Pero la satisfacción es tan grande como estas tortugas que pueden llegar a medir entre 4 y 8 pies y pesar y entre 500 y 2,000 libras. Aunque la mayor alegría la sienten cuando vuelven a toparse con las tortugas que han marcado, como en el caso de Carmen que siempre vuelve a casa. Y cuyo regreso se aguarda ahora para 2023 o 2024. 

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