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Ecofeminismo para un mundo verde y en paz.

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La lucha feminista y la ecologista están íntimamente relacionadas y tienen que ir de la mano para caminar hacia un mundo verde y en paz. El modelo de vida y de consumo capitalista y patriarcal se sostiene por la explotación del planeta, sus recursos y la violación sistemática de los DDHH, donde las personas más vulnerables son mujeres y niñas por la feminización de la pobreza, los roles asociados de cuidados y la violencia machista.

El ecofeminismo señala que la explotación y la degradación del mundo natural y la subordinación y opresión de las mujeres tienen el mismo origen. Las armas, las drogas y la contaminación son rentables al sistema capitalista y a su PIB, sin embargo, la paz, el aire limpio y los cuidados no. El sistema capitalista pone en el centro el dinero, no la vida.

A lo largo de la Historia, el feminismo ha vivido como otros movimientos en los que participaba, ignoraban de forma sistemática sus demandas (Revolución francesa, lucha por la abolición de la esclavitud o movimiento obrero). El ecologismo no ha sido una excepción. Como resultado, una parte de la lucha feminista no se ha integrado en la lucha ambiental. Sin embargo, ambas están íntimamente relacionadas, y tienen que ir de la mano para caminar hacia un mundo verde y en paz.

El 25 de noviembre, se celebra, el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Violencia como punta del iceberg de la desigualdad. Pero, ¿Qué tiene que ver la violencia a las mujeres con los problemas ambientales? Las consecuencias de desastres naturales generan un incremento de violencia con especial vulnerabilidad para mujeres y niñas/os. La ONU alerta que la violencia contra las mujeres y niñas/os llega a afectar al 70% en países en conflicto y asolados por desastres naturales. Casos flagrantes como el control de recursos naturales en la R.D. Congo, suponen una violación flagrante de los derechos humanos, en el que la violencia sexual es un arma de guerra que se utiliza contra mujeres y niñas/os. Según datos del PNUD, las probabilidades de que una mujer sea víctima de la violencia doméstica o sexual aumentan después de un desastre. Y si hablamos de personas desplazadas por el clima, el 80% son mujeres, según Women’s Environmental Network.

Por otro lado, no olvidemos las violencias invisibles: las estructurales y culturales que alimentan la violencia directa (Triángulo de Galtung). Estas violencias sutiles invisibilizan a las mujeres tanto en su vulnerabilidad como agentes generadoras del cambio. En este sentido, es fundamental que en el análisis de la problemática ambiental haya un estudio de género para conocer el acceso a los recursos, la gestión de los mismos, su degradación e impacto diferenciado así como la participación en la toma de decisiones. Sólo así, se identificarán las distintas realidades y vulnerabilidades y por tanto, el abanico completo de soluciones, teniendo una incidencia real en el problema, que de otra manera queda sesgado.

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