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El feto de la Dama Misteriosa, la única momia egipcia embarazada conocida, resiste 2.000 años “encurtido como un pepinillo”

Un equipo de científicos polacos que investiga la primera momia egipcia embarazada de la que se tiene constancia ha descubierto que el feto de la mujer embalsamada ha podido conservarse en su útero durante 2.000 años gracias a un proceso parecido, según los investigadores, al de la producción de “pepinillos en escabeche”. El grupo, del Proyecto de la Momia de Varsovia, también ha logrado explicar de esta manera por qué apenas ha perdurado algún hueso del feto, un vacío que impidió su detección hasta el año pasado.

Los directores del estudio, la antropóloga Marzena Ozarek-Szilke y el arqueólogo Wojciech Ejsmond, explican a EL PAÍS que, después de morir, el pH de los fluidos corporales de una persona empieza a cambiar y se comienza a producir un tipo de ácido específico llamado ácido fórmico. En el caso de la momia embarazada, este proceso creó un entorno ácido en su interior que disolvió los huesos del feto a la vez que generó las condiciones para que “se escabechara”. El proceso se detuvo a raíz de la momificación de la mujer, que secó su cuerpo y el feto. “El feto se convirtió en una momia dentro de una momia. Es la primera vez que tenemos dos tipos diferentes de momificación en un mismo cuerpo”, señala Ozarek-Szilke.

La momia embarazada, conocida como la Dama Misteriosa por las incógnitas que han rodeado su historia, data del siglo I antes de la era común y se cree que se corresponde a una mujer de la élite de Tebas, en el sur de Egipto y de cuya necrópolis supuestamente procede, aunque se desconoce exactamente quién era. De hecho, la momia, su ataúd y la caja de cartonaje ―una cubierta decorada― fueron adquiridos en Egipto por el arquitecto y amante de la egiptología Jan Węzyk–Rudzki y donados a la Universidad de Varsovia en 1826. Pero su historia más allá de esta fecha sigue envuelta en interrogantes.

Su lugar de procedencia continúa siendo incierto, ya que si bien Węzyk–Rudzki la vinculó a Tebas, no se descarta que se tratara de una falsa atribución para aumentar su valor al vendérsela. Asimismo, exámenes recientes han descubierto que el ataúd y el cartonaje se corresponden a una persona diferente a la momia, que podría haber sido colocada allí debido a un error inicial o al azar de los anticuarios del siglo XIX que la vendieron. Y no fue hasta 2016 que se tuvo la certeza de que la momia no era un sacerdote sino una mujer.

La última sorpresa llegó el pasado mes de abril, cuando los investigadores del Proyecto de la Momia de Varsovia descubrieron, gracias a un análisis radiológico, que la mujer embalsamada estaba embarazada, el primer caso de este tipo que se conoce. El equipo también pudo determinar que la mujer murió entre los 20 y los 30 años, y que en el momento de fallecer se encontraba entre la semana 26 y 30 de su gestación.

Sin huesos

En los últimos meses, el grupo de científicos se ha centrado en examinar de cerca el feto para determinar, en primera instancia, cómo ha sobrevivido hasta el día de hoy. El feto, cuya edad se estimó midiendo su perímetro cefálico, se encontraba en el útero de la mujer en la posición propia de un embrión, contraído y con las manos y las piernas cruzadas.

Ozarek-Szilke y Ejsmond cuentan que se tardó tanto en detectar el feto porque el proceso habitual para hacerlo es buscando los huesos, de los que en este caso no quedaba rastro. “Los antropólogos siempre buscamos huesos, ese es nuestro trabajo, y ahora teníamos la forma de un feto, la cabeza, los tejidos blandos, pero no teníamos, por ejemplo, la muñeca, por lo que la mayor pregunta para nosotros era ‘¿qué pasó?’”, desliza la primera.

“Nuestro estudio muestra cómo reconocer un feto dentro de una mujer sin buscar un hueso, que no vas a encontrarlo en el útero, pero sí [a través de] la piel, los músculos y todos los tejidos blandos. Mostramos cómo encontrarlos”, agrega Ejsmond.

Pese a este importante avance, uno de los principales misterios que sigue desconcertando al equipo es por qué no se extrajo el feto del útero del mismo modo que los órganos internos de la mujer. En este sentido, Ejsmond apunta que trabajan sobre la base de dos teorías. Por un lado, que simplemente se optara por dejarlo por las dificultades de sacarlo sin dañar el cuerpo de la mujer y el feto. Y por el otro, más complejo, que hubiera alguna explicación o significado religioso, vinculado a las creencias de los antiguos egipcios sobre el alma y la vida en el más allá.

“Voy a viajar a Egipto este año para hacer un estudio en bibliotecas, museos y yacimientos arqueológicos para buscar casos similares que puedan aportar alguna información nueva al respecto”, avanza Ejsmond. “Esperamos poderlo resolver”.

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