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El final de Monsanto

bayer Monsanto

Finalmente aprobada la compra en junio de 2018 por Estados Unidos y antes por la Unión Europea, el primer anuncio de Bayer fue la desaparición de la marca, haciendo que Monsanto saliera del mercado por la puerta trasera.

Por supuesto, esto no significa la desaparición de sus semillas transgénicas ni de sus tóxicos, que seguirán siendo vendidos por Bayer, pero el cambio de nombre fue uno de las motivaciones de Monsanto para buscar fusionarse, buscando desvincularse de las múltiples protestas y campañas en su contra.

Definitivamente –y pese a que la fusión es una mala noticia para la gente, el ambiente y la soberanía alimentaria– la desaparición del nombre Monsanto es un triunfo de la extendida resistencia popular, de campesinas y campesinos, de ambientalistas, consumidores y muchos más, contra los transgénicos, en todo el mundo.

No es un logro menor. Aunque los transgénicos siguen en mercados, campos y alimentos, hay un rechazo generalizado a éstos. Las transnacionales –Bayer incluida– no han logrado colonizarnos la mente, como antes lo hicieron con la mayoría de las personas con la supuesta necesidad de usar agroquímicos y agricultura industrial y monocultivos para alimentarnos, un nocivo mito que aún persiste pese a su falsedad.

Pero en el caso de los transgénicos nunca lograron que fuera aceptados por la gran mayoría de consumidores y campesinos, ni extender su siembra en forma significativa más que a una veintena de países. Aún hay más de 160 países que no permiten su siembra comercial. Monsanto era la mayor empresa en semillas transgénicas y junto a Syngenta, la más combatida.

Esta es la última de las mega fusiones agrícolas que comenzaron hace dos años y la más grande. Las seis mayores productoras de semillas, que juntas controlaban el 100 por ciento de los cultivos transgénicos eran entonces Monsanto, Syngenta, DuPont, Dow, Basf y Bayer. Además controlaban la mayoría del mercado global de agroquímicos.

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