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El gas natural: otro sinónimo de esclavitud económica y energética

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Andar detrás del gas natural es un grave error y marca la ruta contraria a un futuro que le ofrezca a la isla autosuficiencia energética con recursos endógenos como el sol, viento y agua. Puerto Rico tiene capacidad instalada de centrales termoeléctricas que operan con petróleo, gas y carbón que sobrepasan por mucho la demanda energética total.

La dependencia a los combustibles fósiles es uno de los ejes de nuestra crisis económica y ambiental.

La energía es la capacidad para hacer trabajo. Por lo tanto, Puerto Rico no goza del pleno disfrute de sus actividades productivas, ya que casi $2,500 millones de nuestra economía se gastan anualmente en el pago de combustibles fósiles a empresas foráneas. Es decir, casi el 50 por ciento de tu factura mensual es la compra de petróleo, gas y carbón.

Ese monopolio de los carteles de fósiles nos quiere presos como consumidores. Sus intereses y quienes los representan aquí no desean vernos construir un sistema energético moderno que genere energía directamente, en el lugar donde se necesita con el combustible gratuito del sol y cuya riqueza se retenga y distribuya entre todos.

Se trata de democratizar la energía como respuesta para la activación económica, para atender la pobreza construyendo soberanía energética y descolonizar en hechos a nuestro pueblo. Ante los ojos de ese poder económico y político, liberar energéticamente un hogar o una barbería se convierte en un acto subversivo.

Pedir exenciones a las leyes de cabotaje para traer gas natural en lugar de alimentos a nuestro país no adelanta la agenda de futuro que necesitamos. Al contrario, representa un intento más de perpetuar el coloniaje energético y negar la responsabilidad planetaria de reducir la generación de gases que provocan el cambio climático.

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