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La desesperanza se apodera de la montaña

sector Reventon en Adjuntas

Jayuya – Un resplandor azul llena la habitación de doña Eugenia Cruz en su casa a orillas de una pronunciada pendiente en el barrio Mameyes de esta población.

El resplandor lo produce la luz de un tibio sol de mediodía cuando traspasa el toldo azul que hace unas semanas es el techo de la casa. Una brisa fría entra a la residencia sin invitación, sacude los retratos familiares clavados en las paredes y los utensilios de la cocina, y hace a los que viven aquí tensar sus cuerpos y frotarse las manos.

“Tengo las rodillas que no las puedo doblar”, dice, con un ligero temblor, doña Eugenia, quien tiene 76 años, es viuda y vive con dos de sus seis hijos en esta casa remendada por las incontables generaciones que la han habitado.

En medio del cuarto está la cama grande donde la anciana, apenas cae la pesada noche que después de las 6:00 p.m., se despliega sobre estos campos como una enorme manta oscura que lo cubre todo, se acuesta arropada de pies a cabeza a dormir con la esperanza de que, al amanecer, cuando el universo se abra a un nuevo día, el viento, el sol, lo que sea, le traigan la ansiosamente esperada noticia de aquí también vuelve la normalidad a casi cinco meses del huracán María.

“Nosotros nos sentimos como que estamos abandonados. No tenemos agua, no tenemos luz. La gente que pasaba por ahí dando compra ya no pasa tampoco…”, dice doña Eugenia, con una sombra de resignación cruzándole sus pequeños y vivaces ojos.

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