Las autoridades, así como los ciudadanos, tenemos la responsabilidad de proteger los recursos marinos y costeros de Puerto Rico. La forma en que interactuemos con este capital natural tiene que ser cónsona con el principio de sana convivencia y de respeto a ese valioso entorno ambiental.
Una actividad privada masiva que se llevó a cabo a principios de junio en el Cayo Caracoles, en Lajas, ha puesto de manifiesto el alto nivel de vulnerabilidad del patrimonio natural de la isla ante la negligencia ciudadana y los escasos recursos gubernamentales para protegerlo.
La presencia de sobre mil personas que llegaron al pequeño islote en embarcaciones dejó un saldo de contaminación y de daño al ecosistema de ese litoral.
Caracterizado por sus aguas cristalinas, su arena sedosa y la diversidad de su vida marina, el cayo es uno de los favoritos de los visitantes de La Parguera. Pero el ruido excesivo y las grandes cantidades de desperdicios que dejó el festejo multitudinario es otro penoso ejemplo de desconsideración hacia la flora y la fauna marinas.
El evento en Cayo Caracoles no ha sido el único de abuso contra nuestros entornos naturales. No obstante, las autoridades del gobierno central y de los municipios están llamadas a asegurarse de que sea el último que ocurre en alguno de los 44 municipios costeros.
Esperamos una investigación seria por parte del Departamento de Recursos Naturales y Ambientales, agencia que tiene entre sus responsabilidades la protección de alrededor de 40 áreas costeras. Esta entidad pública debe identificar a los responsables del descalabro, y aplicarles el peso de la ley, de modo que sirva de disuasivo al descuido y la indolencia con el patrimonio natural.
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