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María Isabel Vicente Mestre

María Isabel Vicente Mestre se ha destacado como líder voluntaria y ciudadana botánica Para la Naturaleza desde hace varios años. “Ser parte del Programa de Voluntarios y del Programa de Ciudadanos Botánicos de Para la Naturaleza me enseña a trabajar en equipo y tomar decisiones con conciencia grupal. Me enseña a observar y a desarrollar todos los sentidos; porque la naturaleza nos habla, nos dice cómo se siente y nos pide que la respetemos. Soy privilegiada de pertenecer a una organización que me permite besar la tierra en cada paso que doy en el Cañón de San Cristóbal, de una manera consciente y en armonía con la naturaleza”, aseguró la voluntaria desde hace cinco años.

Su trayectoria como voluntaria comenzó en diciembre de 2014, cuando asistió a la Casa Abierta de Para la Naturaleza en la Reserva Natural Cabezas de San Juan en Fajardo. “Llegué temprano en la mañana y una intérprete se me acercó y me preguntó si era Amiga de Para La Naturaleza. Le dije: ‘No, no lo soy’. Ella me explicó el trabajo que hacían [los Amigos] y los beneficios de pertenecer a [este programa de] la organización”, contó María Isabel.

Ella conocía el trabajo de Para la Naturaleza y había visitado varias de sus propiedades, pero era la primera vez que escuchaba sobre el programa Amigos Para la Naturaleza. Por tal razón, “me hice Amiga sin pensarlo dos veces y desde entonces comenzó un proceso de conexión y sanación. Llegué al hogar; a la naturaleza”, dijo la residente de San Juan.

Poco tiempo después, María Isabel hizo primera visita — ya como Amiga — al Cañón San Cristóbal en Barranquitas. “Allí me recibieron la intérprete María Cristina y el encargado del área de manejo, Nicolás, para hacer un viaje por el Cañón. Fue una experiencia única, no tan solo por la información que recibí de ambos, sino también porque vi una maravilla de la naturaleza rescatada por Para la Naturaleza”, recordó la voluntaria.  María Isabel destaca que el Cañón San Cristóbal fue utilizado como vertedero por cinco municipios en las décadas de 1960 y 70. Actualmente, el área está protegida por Para la Naturaleza, quien ha establecido un vivero cerca del área natural.

Cuando María Isabel llegó a Barranquitas , “María Cristina nos dijo que tenían un vivero con árboles nativos y endémicos que luego sembrarían. Así protegen las especies nativas del país. Los Amigos y voluntarios solo teníamos que reservar un espacio para participar en el proceso de propagación, siembra y mantenimiento. Dicho y hecho. Llegué un sábado a principios del 2015, y desde entonces estoy sembrando en el Cañón de San Cristóbal. Excepto por las emergencias de huracanes, terremotos y el reciente coronavirus, voy todos los sábados a trabajar como voluntaria en el Cañón de San Cristóbal”, añadió.

Para ella, salir cada sábado de San Juan a las 6:00 de la mañana y arribar al vivero de Para la Naturaleza en el Cañón “es llegar a mi hogar, a un lugar mágico de millones de años que me permite sanarlo de las heridas infligidas por el ser humano, y que me sana el espíritu del asfalto y del trajín diario de una ciudad. Es llegar a abrazar a seres maravillosos, la familia extendida de intérpretes y empleados de manejo que cuidan del Cañón como lo que es, su hogar. Hace cinco años comencé como Voluntaria y hoy en día soy Ciudadana Botánica. Cada vez que me pongo mi camisa azul con el logo de Para la Naturaleza que me distingue como Líder Voluntaria, se me infla el pecho de emoción y me acuerda la inmensa responsabilidad que conlleva vestir ese uniforme”.

Y es que, ser líder voluntaria y Ciudadana Botánica “me permite trabajar directamente con personas que llegan buscando crear una conexión con la tierra y los bosques; conocer nuestras especies de árboles nativos y endémicos; obtener horas de Contacto Verde y comunitarias; crear lazos de amistad, y ser parte del voluntariado para proteger nuestros recursos naturales”.

Su trabajo comienza con la recolección de semillas de árboles nativos y endémicos. Luego, prepara las semillas y las lleva a las camas de germinación, donde inicia su proceso de crecimiento. Según María Isabel, “las camas son como el vientre de una mujer; donde comienza el proceso de gestación. Los voluntarios nos ocupamos de cuidar las semillas hasta que se convierten en plántulas, pasan a las bolsas en el vivero y alcanzan la madurez necesaria para sembrarlos en los bosques o fincas. Somos responsables de cuidar y acompañar a los arbolitos hasta que sus raíces crecen lo suficientemente fuertes”, señaló la líder voluntaria.

Después de haber pasado por esa experiencia, María Isabel considera que “los arbolitos son como niños que requieren alimento, ser acicalados, que se les cante una nana como hace una de las voluntarias y protegerlos de las plagas. He comprobado que, con el acompañamiento, el porcentaje de supervivencia es mayor que cuando se les siembra y nadie los acompaña. Los árboles son seres vivos que sienten y padecen como nosotros. Son seres gregarios, en el bosque podemos ver un árbol de maría con uno de maga a pulgadas de distancia. El bosque no sabe de espacios vacíos, pues alguna planta o árbol ocupa el terreno”.

Su entendimiento sobre la vida e inteligencia de las plantas, la ha llevado a destacarse como una Ciudadana Botánica. Al participar de este programa, “pude replicar el bosque en una parcela con el apoyo y la guía del intérprete Daniel Montenegro. Este proceso lo aprendí de Leidy, encargada del vivero de Para La Naturaleza en Barranquitas quien hizo el experimento de replicar el bosque cuando fue estudiante. Un grupo de ciudadanos botánicos, mis cómplices, nos dimos a la tarea de medir un cuadrado dentro del bosque para observar, identificar y contar las especies de árboles dentro de las cuerdas. Ese trabajo nos permitió recrear el bosque con las mismas especies y añadir nuevas, todas nativas y endémicas. Hoy en día, varios meses después, la supervivencia de los árboles en la parcela supera el 95%”, expresó María Isabel.

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