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Puerto Rico sin estrellas

Tania Vázquez Rivera

Al pensar en contaminación lumínica, la primera imagen que me vino a la mente fue la de Pablo Neruda escribiendo sus tristes versos sin tener astros ni estrellas que describir en la oscura noche. Como es de conocimiento general, a través de los años y de acuerdo con los avances científicos, de manera lamentable, los seres humanos hemos encontrado nuevas y diversas formas de contaminar el planeta, la contaminación lumínica es un ejemplo de esto.

Aunque la mencionada contaminación provocada por el exceso del reflejo de la luz en los cielos es un problema relativamente reciente en la isla, la Junta de Calidad Ambiental (JCA), a través del Programa de Control y la Prevención de la Contaminación Lumínica, ha estado muy activa desde entonces.

Este programa busca prevenir y regular este tipo de contaminación, que ocurre cuando se ve un resplandor en el cielo producido por el reflejo de la luz artificial en los gases y las partículas muy livianas que quedan suspendidas en el aire. Ese mismo resplandor hace menos oscura la noche, y entonces “desaparece”, progresivamente, la luz de las estrellas en nuestro firmamento. Decimos que “desaparecen”, porque no podemos percibir las estrellas con luz más débil.

Este es solo uno de varias consecuencias del uso excesivo de la luz artificial. Sin embargo, toca muy de cerca la calidad de vida de nuestra población. Ya ni siquiera es posible contemplar y apreciar nuestro cielo estrellado, como lo veían nuestros abuelos o como lo describen con pasión nuestros poetas. En esas noches tan especiales, nosotros muy pequeños, alguno en la familia identificaba y nos enseñaba las constelaciones, por supuesto, a los Tres Reyes Magos en Navidad, y con suerte alguna estrella fugaz. Aprendices fuimos, pero hoy no podemos ser maestros. Las estrellas simplemente no se ven, a menos que vayamos a las montañas

La contaminación lumínica también determina la vida o muerte de las tortugas marinas que anidan en nuestras playas. Una fuerte contaminación lumínica las puede desorientar al equivocar su ancestral camino a la playa, así como desorienta a las tortugas recién nacidas al quedar distorsionado lo que es para ellas un largo camino al mar.

Esta agresión a la naturaleza -y a nosotros mismos, a nuestra salud, porque también podemos y hemos sido víctimas de una impropia iluminación precisamente cuando necesitamos descansar- ha tenido en la JCA a su más fiero combatiente.

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