Por: Aníbal Sepúlveda, PhD
Planificador Urbano, Catedrático retirado UPR
Académico de Número, Academia Puertorriqueña de la Historia
Escondidos en el último rincón verde de Isla Grande yacen, a merced del tiempo, el olvido y la ignorancia, varias estructuras de valor histórico y cultural, no solo para Puerto Rico y Estados Unidos, sino para todo el Caribe. También para Irlanda.
Se trata del único Almacén de Pólvora (Powder Magazine en inglés) que sobrevive con su Casa de Guardia que era el edificio donde se alojaban los soldados a su cargo. El conjunto también tenía un muelle y una fuente que almacenaba el agua de un manantial. Se le puso Miraflores porque así se llamaba este lugar de memoria, fuera de la isleta.
Estas piezas de ingeniería militar, que se construyeron durante la modernización del sistema de murallas en el último tercio del siglo 18, son perfectamente recuperables.
El Almacén de Pólvora, la Casa de Guardia y el muelle de Miraflores fueron diseñados por el ingeniero Thomas O’Daly en 1776, el año en que se proclamó la independencia de Estados Unidos.
O’Daly era el Comandante de Ingenieros de San Juan y uno de los más afamados en el desarrollo de la ciudad murada. Como Ramón Power, nuestro primer diputado a las Cortes españolas, forma parte de una significativa trayectoria de aportaciones de Irlanda a nuestra cultura.
El Polvorín de Miraflores se estrenó en batalla poco después de construido. El 17 de abril de 1797 una poderosa armada inglesa con más de 60 barcos intentó invadir a San Juan. Miraflores estuvo en la primera fila del conflicto a lo largo de trece días hasta que los ingleses levaron anclas derrotados.
Contamos con numerosos mapas, dibujos y fotografías que muestran el conjunto histórico. Este material de archivo ayudará hoy día a su recuperación. Además, hemos encontrado numerosas referencias al lugar en la prensa local desde mediados del siglo 19 hasta el siglo 20.
Tenemos relatos de soldados que vivieron en el lugar y que describen la vegetación que existía allí antes de que fuera rellenado en la década de 1930 para crear la base Naval y el aeropuerto de Isla Grande.
De espacio militar a recinto sanitario
Ya durante el periodo norteamericano, desde 1898, Miraflores se convirtió en una Estación de Cuarentena. Allí se albergaban los pasajeros de barcos procedentes de lugares donde había epidemias. Médicos puertorriqueños atendieron por muchos años la estación. El primer puertorriqueño en trabajar allí fue el afamado doctor Pedro del Valle-Atiles.
Junto al antiguo Polvorín, en la estación de cuarentena, se construyeron dos edificios igual de valiosos por su historia y su estilo arquitectónico. Su edificación se hizo entre 1910 al 1915 con mucha sensibilidad, sin perturbar las estructuras históricas del siglo 18. Hoy día, al igual que el antiguo Polvorín y su Casa de Guardia esos edificios se encuentran abandonados. No debería ser así.
Recordemos que el sistema de fortificaciones de San Juan, uno de los mejores conservados en las Américas, es Patrimonio de la Humanidad desde 1983. Además, el conjunto del que hablamos está registrado en el United States Department of the Interior’s National Register of Historic Places desde 1984. Fue nominado por la entonces conocida como State Historic Preservation Office durante la gobernación de Carlos Romero Barceló.
Si aunamos esfuerzos de preservación con una pequeña dosis de imaginación, no sólo cumpliríamos con la responsabilidad de aquella designación, sino que podríamos insuflar algo de magia en los predios del Centro de Convenciones. Rescatemos a Miraflores.
Este articulo es un resumen de un ensayo más extenso publicado por Para la Naturaleza. Para leer el ensayo completo oprima aquí.